Las estrías no son los restos que me quedan
de una relación-fracaso,
de una relación-adiestramiento.
Las estrías no son los restos que me quedan
de los cables de teléfonos de madrugada
ni de botellas de madrugada
ni de oscuridad de madrugada.
Las estrías no son los restos de sal
de los baños que no me di en el mar.
Las estrías no son los restos de los puñetazos
que mi padre se llevó en la cara
no son los restos de los dedos rotos
de mi madre.
Las estrías no son los restos de sexo
con otra mujer, con otros hombres.
Las estrías no son los restos de un aborto
que todos piensan que no supero,
que yo he pensado
que no supero.
Las estrías no son los restos
de los poemas que no escribí
de los libros que no leo.
Las estrías son sólo de mi cuerpo
y están hechas de mi carne
del paso de mi tiempo
de mis treinta años
de mis treinta vidas
para no enseñarle a nadie
para no explicarle
a nadie
de dónde vengo
desde dónde voy
hasta dónde llego.